Cuando mi niña vislumbraba la Danza de vivir, no se sospechaba lo grandioso de la Danza como un poder de sanación para la vida. Recordé un día que mi cuerpo, mi Ser, tienen mucho que ver con la regeneración de la tierra y de la luna. Hoy, mujer en busca de la luz, siento a mi niña asustada y a la adolescente herida.Son memorias alojadas en mi cuerpo, el que ha registrado el dolor, la alegría, la muerte, el renacimiento, la madurez, el olor... La memoria corporal está emergiendo desde lo más primigenio. El trabajo corporal, a través de la Danza tiene un significado profundo de reconexión con mis más íntimos sentimientos y es el que devela a mi espíritu. El cuerpo como una puerta para alcanzar lo sublime. Un cuerpo, el templo que se completa a cada paso, un cuerpo, que tiene ciclos y hace el acto de parir la vida a cada tiempo. Del árbol viejo con raíz, tronco y ramas, que riega cielo y tierra, de la semilla que nos devuelve, que nos enseña el camino de retorno. La flor herida, arrancada y desde lo más oscuro y fangoso renace como un loto, bañándose de pétalos el ser más sutil que devuelve la ternura, la caricia. El ser generoso en dar y recibir. Después, la Diosa Tejedora del más grande sueño, con el hilar fino y trabajador, todo repercute, la Vida, la Muerte, el Amor es la fiesta de celebrar. Desde el corazón emerge la más intima plegaria. La madre y el cielo. Soy mujer flor, pájaro, lirio, caracola, manantial, semilla, árbol, raíz. Nutrida de la savia de la tierra y del corazón del cielo. Cascada de luz que limpia y renueva mi espíritu. Cuerpo cofre su esencia recuperada en la danza eterna de amor, libertad, del despertar de la diosa que soy.
Sol Johanna Carrillo Robalino
"La sangre menstrual recuerda a las mujeres realmente lo que son, y el día que las mujeres amen sus reglas amarán verdaderamente su cuerpo y su alma”
Miranda Gray
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